Te conté alguna vez de las canciones
de jorge negrete,
de como llovía amargamente en los vinilos
de tío roberto.
Creo que sí, muchas veces.
La aguja caía,
y del roce
salía una música
de hombres de bigotes
morenos,
voces de aguardiente
que se alargan
y tiemblan.
Hombres que aman
y beben y pasan
el tiempo en las cantinas
cantando que están solos
y son hombres.
Siempre las mismas historias,
como si nada más me hubiera pasado
y me quedara volver
a decirlas,
por decir algo,
por no callarme...
los vinilos de tío roberto,
jorge negrete,
la aguja rascando el disco
y nosotros,
un nene y su tío
sentados al borde
de la cama.
Tengo estos recuerdos.
Los que me deja
el olvido quien sabe por qué.
Y que me queda sino acudir,
estar en ellos,
tratar de alguna manera de juntarlos
y de hacer de todos
mi imagen por más vaga que sea.
Por eso te cuento un millón de
veces
sobre los discos de jorge negrete
en la pieza de tío roberto.
el nene sentado junto
al tío frente
a la radio.
Simplemente sale de mi boca,
cómo un impulso o un síndrome
que todavía no tiene nombre,
la historia del tío y el vinilo de negrete.
Comienzo:
concepción,
las siestas,
mi abuelo matando hormigas en
la vereda,
los bodoques que cocinamos bajo
el sol para cazar pajaritos,
las guitarras marcando el vals,
las primeras trompetas.
Te llevo por milésima vez
a una esquina del cuarto,
donde nos ves a mí
y a tío roberto
escuchando los vinilos.
No soy la suma de estos recuerdos,
soy cada uno de ellos separadamente,
soy el que te voy contando en el momento,
en el auto, en la cama, en el patio de atrás,
no tengo nada más que decirte de mí
que el nené que escucha música
con su tío en un pequeño cuarto
en concepción,
y hace cuanto ya de eso.
Espero no aburrirte demasiado,
puedo contarte lo mismo,
nada más...
La aguja caía,
y del roce
salía una música
de hombres con bigotes,
voces de aguardiente
que se alargan
y tiemblan.
Hombres que aman
y beben y pasan
el tiempo en las cantinas
cantando que son solos
y son hombres.