Tu no comienzas ni denominas
la medida del aire, al contrario
y extrañamente, emerges en este
reino blanco tan salvaje y oscuro
como una mirada animal.
Y donde vemos el mundo tu andas
descalza y sin fronteras, mostrándote
feliz de no ser nadie más que una
cosa pasajera, invisible a Dios
y a quien quiera que finalmente
se arrodille ante los santos.
Tu simplemente naces como nace
una flor o un relámpago, y ni siquiera
eso, te muestras aún más terrena
y corriente, tanto que es difícil llamarte
sin que caiga una estrella.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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