todo el pequeño mundo es el camino
que une el mercado de villarrica
con los ojos de la nenita almidonada,
que abuela almidonó y peinó
en la tarde que une
la sed y el pozo,
la casa y el balde,
las gallinas y el cielo.
pero más bien es el tiempo que tarda
abuelo en bajar del mercado hasta la nena,
o el tiempo que en sus ojos redimen
las fábulas de un viejo camino,
tiempo que nada tiene de tiempo
más que esa manera sin medida
de esperar que algo ocurra,
que llueva, que haya el maíz
este año como el otro.
o seguramente algo más escondido en las manos
del abuelo, detrás de su espalda,
una manzana traída de lejos,
de donde crecen y nunca hemos
estado hasta después de grandes;
cuando ya nada pudo ser una sorpresa.
jueves, 20 de enero de 2011
Cocido Negro
Me dijo: "En casa de pobre no falta el cocido
la caña y el coquito"
Negro nomás la patrona y sus ojos se tornaban
cocido aguachado, cocido doloroso, amargo
de la mañana que nadie luego compró la leche.
Cocido yrei de la noche de enero, negro solo
por decir, por callar que en verdad ese color
grisáceo tienen todas las cosas.
Me decía y un mitai trepaba sus hombros,
naufragaba en su cabellera de morena mítica.
"Leche va a faltar, pero caña no", los ojos rojos,
el hombre fatigado que no alcanza nunca la casa,
que siempre llega con el dinero ahogado.
Porque en el asfalto llega a 50 a 60 grados
y en la casa hay miseria, y solamente una
para refrescar, para mojar la lengua.
Me decía y su risa negra, horrible,
atravesaba la pieza disfrazada de karau,
de alguna burla de algún dios disfrazado
de mendigo.
la caña y el coquito"
Negro nomás la patrona y sus ojos se tornaban
cocido aguachado, cocido doloroso, amargo
de la mañana que nadie luego compró la leche.
Cocido yrei de la noche de enero, negro solo
por decir, por callar que en verdad ese color
grisáceo tienen todas las cosas.
Me decía y un mitai trepaba sus hombros,
naufragaba en su cabellera de morena mítica.
"Leche va a faltar, pero caña no", los ojos rojos,
el hombre fatigado que no alcanza nunca la casa,
que siempre llega con el dinero ahogado.
Porque en el asfalto llega a 50 a 60 grados
y en la casa hay miseria, y solamente una
para refrescar, para mojar la lengua.
Me decía y su risa negra, horrible,
atravesaba la pieza disfrazada de karau,
de alguna burla de algún dios disfrazado
de mendigo.
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