No había gestos,
ni ritos,
ni fuegos,
ni ríos,
ni relámpagos.
Despertamos primero
nosotros,
anteriores
a todo,
todavía oscuras
las ventanas
y en silencio.
Sin espaldas
despertamos,
más temprano
que el pasado,
sin tinieblas,
precedimos
las voces
que hicieron
la luz,
que dieron
a cada cosa
el nombre.
Sin mundo,
ni sombra,
ni silencio,
más antiguos
que el asombro
y la plegaria,
antes de la guerra
y la sangre,
sin salir
del sueño
despertamos.
No había horizonte,
ni soles
remontando
el cielo,
ni multitudes
ni soledad
ni vacío.
Despertamos
en nosotros,
cada uno
un despertar
del otro,
antes que vos
y yo.
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