Desciende la inmensa sombra sobre el campo
Virgilio
marchar también, marchar.
Ya no te veré desde lejos.
Tu vida, otra palabra, se deslizó
sin detenerse en lo pasajero.
Tú mismo has precipitado a los jabalíes,
has despertado el aliento repugnante
de quienes hacen existir la muerte.
Ya no te veré hermoso
bajo los amargos sauces
cantar tus rústicos aires.
Marchar también, marchar,
una sombra ahora es dueña
de nuestra casa.
Darte el placer de ser ella,
esa madre que siente en sus espaldas
el abandono del hijo.
Ya hemos crecido, con el amor
como una piedra,
y no te veré Melibeo
cantar tus rústicos aires.
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