En un pindó y en otro ató el guerrero indio la medialuna de su hamaca, dejó en la tierra el arco y meciéndose hizo la noche. Donde las aguas del sueño se pliegan y repliegan sobre la arena de los siglos, donde se unen y desunen el pájaro y el canto, tomó asiento el silencio que dio a luz al árbol, al relámpago y al hombre. Tus brazos, la medialuna de tus brazos, mece tibiamente al indio que en el arco dejó la sangre, en la tierra los arroyos y en el pájaro el canto tan lejano de luz. Se duerme en tu abrazo de medialuna, se mece tibiamente hasta quedar confundidos el tiempo en el agua, el canto en el pájaro, la sangre en la tierra. Disueltos en el viento vuelven los siglos a tus brazos de medialuna, donde se unen y desunen el pájaro y el canto, donde tomando asiento el silencio dio a luz al árbol, al relámpago y al hombre.
martes, 14 de julio de 2009
Maternidad
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