En un pindó y en otro
ató el guerrero indio
la medialuna de su hamaca,
dejó en la tierra el arco
y meciéndose hizo la noche.
Donde las aguas del sueño
se pliegan y repliegan sobre la arena
de los siglos,
donde se unen y desunen
el pájaro y el canto,
tomó asiento el silencio
que dio a luz al árbol,
al relámpago y al hombre.
Tus brazos, la medialuna de tus brazos,
mece tibiamente al indio
que en el arco dejó la sangre,
en la tierra los arroyos
y en el pájaro el canto
tan lejano de luz.
Se duerme en tu abrazo de medialuna,
se mece tibiamente hasta quedar confundidos
el tiempo en el agua,
el canto en el pájaro,
la sangre en la tierra.
Disueltos en el viento
vuelven los siglos a tus brazos de medialuna,
donde se unen y desunen
el pájaro y el canto,
donde tomando asiento
el silencio dio a luz al árbol,
al relámpago y al hombre.
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