El viaje a Paunamok parte de la sala de espera del dentista,
aparentemente habíamos prefigurado un destino mi madre y yo.
Primero un paisaje guardado en la cartera, entre maquillajes,
chicles, y otros objetos que nos protegen de estar solos.
Luego estamos solos y tras la puerta el torno busca
el centro de la muela, donde cruzamos mi madre y yo
tomados de la mano.
Nos vamos cruzando ríos y bosques desde donde llegan las primeras
voces de la fiesta. Los camaradas beben cerveza y bailan abrazados
frente a un enorme y vibrante fuego.
Todavía muy joven para entender de estas cosas.
Madre (interrumpe): "¿Te acordás cuando tu abuelo Donald te decía Lieutenant y
te ponías firme con la mano en la frente?".
El soldado americano (sin dientes adelante): "Sí, me acuerdo"
- Mi teniente, mi querido, aquí tienes este continente desde Canada
hasta Magallanes. No puedo decirte quien eres, camina y busca en
todas partes.
Siempre voy a ser el camarada que regresa de la mano con su madre,
a la cama donde espera el poeta, cubierto en su barba de leche.
Es una equivocación. Yo no vuelvo a donde duerme el poeta, vuelvo
a la foto del Lieutenant, siempre igual, para entender porque estoy riendo.
miércoles, 2 de febrero de 2011
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